Domingo, 13 de octubre de 2013
Llegué a Leticia hacia las 3h30 de la
tarde, los domingos los horarios de los vuelos son más tarde. Nuevamente quedé
asombrada al sobrevolar la selva como de horizonte a horizonte todo era verde,
como ejercicio empecé a buscar los
indicios de ocupación y fue casi aterrizando que se empiezan a notar los claros
en el bosque. Al bajarme del avión volví a sentir el aroma particular de la
selva, un olor húmedo que me acuerda siempre a las hojas caídas en
descomposición, a flores marchitas y a frutales ya muy maduros. Al llegar me encaminé al hospedaje de la
Universidad Nacional que queda en la misma carretera del aeropuerto, como a
unos 15 minutos. Cargada con aproximadamente 25 kilos entre las dos maletas, el
camino fue arduo y llegué empapada en sudor. Al llegar estaban celebrando una
fiesta de cumpleaños, entonces había niños correteando, nadando en la piscina y
música infantil que abarcaba todo el espacio. Amparito, la encargada del
hospedaje, estaba esperándome y fue mucha la emoción, recién desempacada, de
reconocer una cara amiga. Fue muy amable y estuvo pendiente de mí el tiempo que
me quedé. Era la primera vez que viajaba sola a Leticia y me tenía nerviosa
cualquier eventualidad. Me acomodé en la cabaña comunal y tan pronto me
organicé, salí al centro de Leticia. Iba caminando por la carretera y paró una
moto que me propuso el aventón hasta el
centro.
Apenas acabé con las vueltas, me fui
directo a tomar un jugo de copoazu a la panadería del Parque Santander, que a
esa hora recibe a todos los loritos para pasar la noche, que siempre regresan
al mismo sitio, nunca a otro, para dormir. No había copoazu, entonces me decidí
por araza, que es un jugo con un dejo carrasposo, pero de un sabor fuerte como
la maracuyá. Me quedé un buen rato escuchando a los loritos que hacen tremendo
alboroto, pareciera que estuvieran discutiendo por la mejor rama, en el mejor
árbol, más que llegando a descansar después de todo un día volando en los
parajes del río. Como era domingo, había mucha gente en el parque: niños por
montones jugando, padres vigilantes sentados en los bancos charlando, carritos
de helado y de fruta esperando atraer al próximo grupo de niños, mucha recocha
y charlas pasajeras. La misa estaba en la mitad cuando llegué y después de un
rato empezaron a salir por grupos de la iglesia. Pensé que hasta en el rincón
más recóndito el domingo de misa no falta. Seguro debe ser que reúne a los
familiares, una excusa para las abuelas para salir de casa y a las comadres que se juntan para compartir
los chismes de la semana y los últimos sucesos acaecidos. Además, el domingo
siempre es el día para lucir las pintas más bonitas, toda una excusa para
arreglarse y recibir coqueteos. Todas las niñas andan con un lindo vestido y
algún peinado ideado por sus madres, las muchachas maquilladas y luciendo sus
curvas y los hombres embadurnados de colonia y recién afeitados. Me encantan
los domingos en los pueblos y pequeñas ciudades, son los días con más
movimiento y llenos de alegría, siempre hay diversas actividades, casi siempre
es el día de mercado, la ocasión para pasear con la familia –principalmente con
los padres ausentes gran parte del día entre semana-, de hacer visitas, de
permitirse el descanso y la recocha. Cualquier domingo es la ocasión ideal para aprehender el espíritu de los lugares,
de alguna manera es el día que se rompe con la cotidianidad del trabajo y deja
ver las formas de divertirse y pasar el rato, dejando traslucir el ‘carácter’
propio del lugar.
Lunes,
14 de octubre de 2013
Me desperté antes de que sonara el
despertador. Hice recocha un buen rato, obligándome a levantar hacia las 7h30.
Desayuné, organicé mejor la empacada de las maletas, me bañé en la piscina y
estaba lista en tiempo record. El moto carro llegó un poco tarde y estaba
estresada por no alcanzar el rápido de las 10am. Al final, todo salió bien y
estaba instalada en la lancha minutos antes de que arrancara. Todo el trayecto desde el embarcadero hasta
el río Amazonas es muy sucio, lleno de basuras y pensé que como primera imagen
para un recién llegado no es exactamente de bienvenida al río más grande y
bello de América del Sur. Cuando entramos al río Amazonas me quedé pensando en
el viaje que recién comenzaba, en todos
los proyectos que iban a iniciar y en las amistades que iban a surgir de esta
estadía, la primera temporada larga en campo. Llevaba varios meses preparando
mi investigación de tesis, entregando avances y con mucho estrés por las
obligaciones académicas. Fue en ese momento, de navegar el Amazonas y
visualizar la vastedad de este gran río, que volví a reconciliarme con el
lugar, que me acordé porque me enamoré de sus paisajes y después de todo porque
escogí este paraíso para formarme como etnógrafa.
Toda
investigación nace de la curiosidad, de la incertidumbre y de los indicios que
se perciben en las cosas, las palabras, los lugares y del encuentro con
personas excepcionales. Exige desafíos más allá del ejercicio intelectual,
implica adaptarse a otros lugares que se mueven al ritmo de un cotidiano
propio, moldeado por las exigencias del medio y esculpido en las vidas de sus
habitantes. Vivir la selva es la tarea más difícil, una experiencia que
sobrepasa su belleza exuberante que, como experiencia puramente ‘estética’, nos
remite a los imaginarios que Occidente ha creado sobre este espacio, lleno de
ecos, de espejismos, de sombras, siempre de ‘otros’ tan distantes, maestros de
sus propias vidas, de la selva, de los secretos que oculta en su espesura (Diario de campo, junio 10 de 2013).
Esta
investigación surge de la posibilidad de trabajar con mis tíos, Diego Samper y
Marlene Escobar, en consonancia con su proyecto de volver a residir en la
selva. Por tanto, de este proyecto de vida, que lleva cocinándose muchos años,
nace Calanoa, una reserva natural
privada, localizada a las orillas del río Amazonas, vecina del resguardo de
Mocagua y del Parque Nacional Natural (PNN) Amacayacú, a 60 km de la ciudad de
Leticia. Calanoa es un proyecto que
propende por “la conservación biológica y cultural de la región amazónica
mediante la integración del arte, el diseño, la arquitectura, la investigación
científica, la comunicación, la educación comunitaria y el turismo sostenible”
(Web Calanoa). La Fundación Calanoa surge en el 2012, a raíz de su trabajo
continuo con las comunidades de la región. La trayectoria de la Fundación
Calanoa ha marcado un precedente en la gestión cultural y en la propuesta de un
modelo innovador de turismo comunitario. El principio esencial de conservar la
diversidad biológica y cultural, de buscar la recuperación e innovación de las
artes y los oficios y de concebir el acto creativo como corazón de todo
proyecto; son los ejes de su filosofía de trabajo y las directrices de la
fundación.
Precisamente, esta temporada de campo voy a
acompañar el Proyecto comunitario de pintura de las
viviendas en el resguardo de Mocagua, Amazonas. Me emociona mucho participar en este
proyecto de trabajo colectivo. Por lo menos, en algún momento, las brochas pasarán
por todas las manos. Es mi primer acercamiento a trabajar con la comunidad y la
oportunidad única para conocer mejor a sus habitantes, ya que se va a entrar
casa por casa para pintar la fachada. Hay mucha expectativa en el desarrollo
del proyecto, me pregunto cómo se va a perfilar la participación de los habitantes,
cómo se irán entusiasmando y, ante todo, me causa mucha curiosidad la forma en que se va a plasmar la búsqueda
propia de expresión artística. Incluso, es un proyecto ideal para revitalizar
el oficio de la pintura, puesto que los ticunas son reconocidos en la región como
pintores tradicionales de la corteza de yanchama.
***
Me quedé dormida hasta Zaragosa,
reconocí los parajes y estuve pendiente de la llegada a Calanoa. Afortunadamente, reconocí donde estábamos, porque el
rápido ya se iba pasando. Al desembarcar, me recibió Melciades – que por alguna
razón relaciono con Melquiades de Cien
Años de Soledad, uno de mis personajes favoritos-. Me alegró mucho volver a
verlo, es un hombre que se hace querer, es muy dulce y siempre con historias
por contar. Ya andaba contándome como los micos frailes se habían comido todos
los mangos de un árbol y que un tigre
estuvo rondando por acá. Tremenda noticia de llegada: un jaguar andaba por los
parajes! Más que asustarme, desee encontrármelo, siempre he querido ver uno de
lejos. Me fascina su mirada, su majestuosidad y elegancia, el rey de la selva
tropical.
Dejé las maletas en la cabaña de mi tío
Diego, mi hogar acá en la selva. Me sorprendí que ahora ya no iba a dormir en
el primero piso, sino en el altillo. Ya estaba instalada Simone, una joven canadiense, de madre colombiana,
que había conocido previamente en Bogotá y que venía a participar en los
proyectos de Calanoa. Es una chica
dulce, conversadora y amante de la naturaleza, gran conocedora de pájaros.
Abracé a Beatriz que estaba en la
cocina, preparando un almuerzo delicioso, siempre con su sabrosa sazón. Ella,
siempre con su risa nerviosa, su particular forma de mostrar cariño con bromas y
esos ojos que brillan y dicen más que las escasas palabras que logras sacarle.
Después de almuerzo, llegó Diego León Vásquez, pintor tradicional de yanchama
de la comunidad de Mocagua. Me puso feliz que me reconociera, no se acordaba de
mi nombre pero sí de mi cara. Entusiasmada, le mostré los planos que había
traído del pueblo y de la hidrografía de la región, todos calcados de los
planos de otro mocaguense, Cristóbal Panduro. Diego es un buen aliado para
armar talleres e iniciar proyectos. Después de contarle del proyecto del horno
de cerámica, me comentaba que habían desenterrado una urna funeraria en una
tinaja enorme y que estaba rodeada de pequeñas ollas de cerámica. Me decía
también que era de los antiguos de la zona, los omaguas. Me emociona mucho esa
información y me voy a poner a seguir las huellas de esa excavación.
Teníamos reunión con el curaca Gerardo
Achique, pero tuvimos que esperar un buen rato antes de que llegara. Habían
llegado dos chicas, creo que las encargadas de Familia en Acción, para la reunión. Mientras llegaba el curaca, les
comentamos de los proyectos. Al principio me pareció que estaban muy distantes
y hasta desinteresadas debido a sus gestos parcos, pero al final se despidieron
con una sonrisa, lo cual me alivió mucho. Realicé que algo muy común en las
mujeres de Mocagua es su silencio y discreción. Tuvimos una pequeña charla con
el curaca para cuadrar una socialización de los proyectos. El curaca es un poco
despistado, pero muestra siempre entusiasmo en apoyar los proyectos de
Calanoa y de ofrecer toda la ayuda logística necesaria.
Estuvimos revisando las cámaras para
trabajar en el proyecto de fotografía, las enumeramos y dejamos cargando las disimiles baterías. La
idea es montar los grupos según las cámaras disponibles, con una metodología
abierta y un registro constante de la actividad de la pintura y de retratos de
su cotidianidad. El principio metodológico es dejarlos trabajar libremente
después de pocas indicaciones técnicas y recomendaciones de uso y cuidado de las cámaras. No recargarlos con
información sobre composición, encuadre, exposición de la luz, etc., sino dejar que se exprese intuitivamente su
mirada sobre sí mismos: el pueblo, sus habitantes, sus intereses.
Comimos lo mismo que el almuerzo, lo
cual fue genial, ya que todo recalentado sabe más sabroso. Estuve enseñándole a
Simone el tejido en macramé, que hace rato no practicaba y me volvieron las ganas de volver a tejer.
Al acostarme, caí profunda. Me levante par de veces porque la hamaca había
quedado mal lindada, no fue una noche muy cómoda, pero aun así los ruidos de la
selva supieron arrullarme hasta las 10am.
Miércoles, 16 de
octubre de 2013
Anoche llovió como nunca, truenos a lo
lejos, un ruido estruendoso acompañado de un gran aguacero, expresión de una
autentica tormenta tropical. Fue tan fuerte que ni siquiera se oían los
animales, los sonidos frecuentes de las noches, cantos para dormir. Llovió toda la noche, ni un momento de
descanso. Por momentos pensé que se iba a calmar, pero volvía cada vez con más fuerza. Casi no concilio el
sueño, me despertaban los centelleos de luz que entraban al cuarto, los rayos
que se oían a lo lejos, la lluvia cayendo ininterrumpidamente. Es la segunda
vez que presenció una tormenta tropical y la primera vez en el Amazonas. Fue
muy emocionante sentir tanta energía y poder de la naturaleza, como si el mundo
fuera ahogarse en un gran río.
Hoy llega el grupo de turistas de
Polonia. Me causa curiosidad conocer un grupo de viajeros de Europa del Este,
asocio mucho esa región con los gitanos, con los violines y con borracheras
descomunales. María, Beatriz y doña María andan pa’ arriba y pa’ abajo
alistando todo para su llegada. Con Simone nos pegamos un buen desayuno,
teníamos la reunión hoy en el pueblo y teníamos que estar en forma. Estuvimos
casi toda la mañana alistando las cámaras, mirando cómo funcionaba cada una y
ajustando algunos comandos. Almorzamos unos deliciosos garbanzos – de todos los
granos, mi preferido!- con arroz y las
últimas presas de pollo (es decir, lo que menos me gusta: ‘roer hueso’). Hacia las 3pm salimos para la reunión en
Mocagua. Al llegar todavía no había comenzado, así que fui con Simone al pozo.
Es mi lugar preferido del pueblo, es realmente un paraje hermoso, siempre
hay victorias regias (y muy pronto por
florecer), pájaros de todo tipo y con suerte se pueden ver pirarucus. Esta vez
había un grupo de oropéndolas en un árbol cerca al pozo, acá se les llama
localmente ‘mochileros’, puesto que los nidos son como mochilas.
Fue una reunión muy interesante. Era la
primera vez que asistía a una reunión de todo el pueblo. Me pareció importante
escuchar sobre proyectos alternos a los de Calanoa,
que son los que conozco mejor, y enterarse de iniciativas como el manejo de
basuras y un ‘festival de reciclaje’. La intervención de Leo, un mocaguense que
trabaja en turismo, fue brillante; contaba sobre una capacitación que recibió
con otros compañeros de gobernabilidad. Lo importante que es pensar sobre la
gobernabilidad como soporte de la autonomía y el buen vivir, de los principios
de solidaridad necesarios con la niñez y la vejez, la población más vulnerable
socialmente, de integrar proyectos en relación a la vida que quieren y el futuro
que se imaginan colectivamente. Incluso, Leo comentó de cierta inercia en la
comunidad, alentó la participación proponiendo una mujer curaca, de pensarse la
integración a los procesos políticos comunitarios de los jóvenes, los futuros
líderes de la comunidad y los próximos a conformar el cabildo. Fue una
intervención muy ilustrativa, un diagnostico ajustado a esa realidad que
también existe, no todo idealizado a esa imagen de ‘comunidad’, de ‘nativos
ecológicos’, entre otros. Me encantó escuchar que también se reconoce que hay
cambios, pero que hay que direccionarlos hacia una buena vida en común. Me gustaría conocer mejor a Leo, saber qué
piensa de mi trabajo, si puedo contar con su apoyo, su experiencia en gestión
turística y, lo más importantes, sus críticas y sugerencias.
Fue una reunión larga y al regresar a Calanoa ya era el atardecer. Comimos
delicioso, bagre pintadillo con quesito
encima, arroz y el famoso ‘patacón-cesta’ de Calanoa. Había jugo de piña y un delicioso manjar de Copiazu.
Comimos con el motorista y el guía de los polacos y, al rato, llegó Jorge que
iba a dar la guía nocturna. Entre muchos de los temas, el que más me cautivó
fue la historia de Jorge de su encuentro con el jaguar en el río Mata-mata. Él
cree que es un jaguar macho por el tamaño, “es un animalote”, dice Jorge. Después de comer, nos colamos a la caminata
nocturna de los polacos. Al principio no quería ir, pero Simone supo
convencerme. Al final, estuvo bien que insistiera porque vimos de todo: muchos
tipos de grillos, arañas y ranas; una tarántula de cola pelirroja en su cueva;
micos –los que llevábamos par de días tratando de ver- en las copas de los
árboles; una culebra preciosa, delgadísima
y de colores tierra; incluso, una manti religiosa muy graciosa, ya que peleaba
con las lámparas que la alumbraban. Fue
una noche de historias, de oír búhos y ruidos de sapos que imitan a los pájaros,
de sentir que se internaba bosque adentro, pero en el fondo se caminó una pequeña
vuelta en círculo. Sin percibir cuándo, ya estábamos de regreso, como bajo el
conjuro de una noche de cuentos, me fui a dormir contenta. Lo único era el
ruido infernal de los sapos, pareciera que no iban a dejarnos dormir.
Jueves, 17 de octubre de 2013
Hoy empieza
la pintada del pueblo, hay mucha expectativa y emoción rondando en el aire.
Diego y Marlene llevan meses planeando este proyecto, iniciado en el 2012 por
la misma comunidad, y me han contagiado de su entusiasmo y pasión. Desde que
empecé a trabajar con ellos se ha hablado de este proyecto y me emociona mucho
poder hacer parte.
Se va
inaugurar el proyecto con la pintada del Centro de Salud, por un lado, como
ejercicio de entrenamiento y, por el otro, para prever una metodología de
trabajo. Diego espera que iniciando con este espacio público se exploren las
técnicas del muralismo, además es la situación propicia para entender las
propiedades de la pintura de exteriores que se va a utilizar y, principalmente,
es el momento ideal para crear expectativa en la comunidad, puesto que de un
fondo descolorido y manchado empezarán a brotar colores, formas y
representaciones propias de su entorno. Los pintores quieren hacer un paisaje
amazónico: el río, la selva de fondo, animales de monte y pájaros.
También
esperamos comenzar con el taller de fotografía, pero todavía no sabemos cómo
convocar a la gente ni los parámetros del taller. Igual, esta incertidumbre no dura mucho. Al
llegar a Mocagua aparecen de la nada una manada de niños y espontáneamente Diego
los invita para que tomen el taller de fotografía. Sin nada previsto, niños
revoloteando alrededor, puro alboroto y emoción, nos ponemos manos a la obra.
Me pongo a organizar los grupos, mientras que Simone empieza a explicar al
primer grupo cómo funcionan las cámaras. Cuando ya tenía a todos los niños
presentes anotados para los siguientes talleres, decidimos salir a caminar con
el primer grupo. El primer lugar que quieren ir es al 'pozo' como le dicen
ellos a la laguna que parte en dos el pueblo, por un lado, las casas a la
orilla del río y, por el otro, la 'loma'
pasando el puente del pozo.
Sábado, 19 de octubre de 2013
Han pasado
varios días que no me he sentado a escribir. No he tenido el tiempo entre el
trajín de las mañanas pintando y las tardes de los talleres de fotografía con
los niños. Los días van transcurriendo y se van pareciendo por la velocidad y
el ritmo que va tomando el día a día. En las noches, se siente el dulce
cansancio de estar todo el día rodeada de risas, alboroto y juegos. También, es
el único momento del día que podemos sentarnos a revisar lo que tomaron los
niños e ir seleccionando las mejores fotos. Siempre nos toma un buen rato y ya
cuando acabamos el sueño pesa. Ya cuando estoy arrullada en la hamaca, no pasa
mucho tiempo para caer profundamente dormida, casi que no me despiertan los
ruidos nocturnos de la selva o el alboroto matutino de los pájaros. Además, el
intenso calor de las mañanas y parte de la tarde es agotador, cada esfuerzo
físico se vuelve monumental, especialmente, las caminatas a pleno sol
recorriendo el pueblo con los niños.
***
Hoy me
levanté con ánimo, ya va cogiendo su propio ritmo la vida acá en la selva. Los talleres de fotografía van sobre ruedas, ya
empezamos a coger cancha en la metodología de trabajo y el transcurso del
taller mismo. Por ejemplo, hemos establecido que al comienzo de todo taller los
niños se tomen un autorretrato o que solo al final se les muestra cómo usar el
video, ya que hacían tomas de video a la deriva y sin mucho sentido. Hoy se
pintan las primeras casas, es decir que empieza en forma el proyecto de
pintura. Me emociona como nunca convertirme en una niña traviesa con las manos
llenas de pintura y toda una pared por echar fondo.
Voy
aprendiéndome los nombres de varios niños, en todo caso, ya reconozco muchas de
sus caras. ¡Hermosos rostros, son niños verdaderamente bellos! Lo que más
disfruto es la espontaneidad y cariño que nos manifiestan a Simone y a mí. Son
niños muy amorosos, sonrientes, tranquilos y muy traviesos. Al conocerlos cada
día mejor también voy aprehendiendo la personalidad del pueblo, de alguna
manera, así como son los niños son sus padres.
Ha sido
gratificante el taller con los niños, son inquietos, preguntones, con mucha
energía y muy intuitivos. Hay una sensibilidad enorme por su entorno, una gran curiosidad por
retratar mil cosas con las cámaras. Aprenden
rápidamente cómo usar la cámara y no dejan de retratar todo lo que ven pasar:
gallinas, pollitos, perros, flores, frutos, a cualquier persona que esté por
los parajes, a ellos mismos tomando fotos, al televisor, a sus familias, a las
casas... A veces es difícil guiar al grupo, andan correteando y siempre hay
otros niños curiosos que se unen a la marcha. He recorrido el pueblo muchas
veces, las mil vueltas al pozo, a la loma y la escuela, pero siempre hay cosas
nuevas por ver, principalmente las 'mascotas' salvajes de los niños: babillas
bebés, los mil veces fotografiados borugos de la chiquitina de Mercy, Pedro, el
pecarí, Rango, la tortuga.
Jueves, 24 de octubre de 2013
Han pasado 5
días desde que comenzamos los talleres de fotografía y hoy ya es el último
taller. Cayendo la tarde vamos a proyectar una selección de las fotos en la
sede de la comunidad. Logramos hacer una selección de aproximadamente 250
fotos, que fue muy difícil, ya que realmente dejábamos por fuera muchas que
tienen su encanto. Hay niños muy buenos fotógrafos, sacan instintivamente
encuadres muy propicios, una composición interesante, retratos que llegan a ser
más auténticos precisamente porque no es un extraño tomando la foto. También,
hay fotos que salen desenfocadas o con movimiento que son muy buenas y lo que
nos ha sacado las mayores carcajadas han sido los autorretratos de los niños,
que muchas veces son solo partes del rostro: un zoom a los ojos, a la nariz, a
la boca, a la sonrisa reluciente...
Esta
experiencia ha sido bellísima, me toca profundamente haber sido parte de este
proceso, sentir tanto cariño y alegría, de compartir todas estas tardes con los
niños y contagiarme de su mirada curiosa y fresca. Me he encariñado muchísimo
con los niños y me encanta cuando vienen corriendo a saludarnos y abrazarnos
cuando nos topamos con ellos.
***
La proyección
fue muy concurrida por los niños, estaban todos los que participaron en el
taller. Había por lo menos 70 niños, la sede resonaba de risas y de
conversaciones infantiles. Me conmovió mucho que cuando entramos a la sede los
niños empezaron a aplaudir y decían: "un aplauso para Simone",
"un aplauso para Daniela". A lo que yo riposté con "un aplauso
para los niños". Fue realmente un momento muy especial y por poco se me
escurren las lágrimas.
Desafortunadamente,
no llegaron muchos adultos y la proyección transcurrió con las mil carcajadas
de los niños, sus comentarios jocosos de algunas fotos, releyendo en voz alta
los nombres de los autores de la foto que salían abajo de cada una y comentando
entre ellos que había pasado en el momento que se tomo la foto: "yo estaba
al lado cuando la tomo" o "yo tome también una foto así".
Mañana se
empieza el taller de fotografía con los adultos. También ya vamos a estar de
lleno en la pintada y podremos compartir más momentos con los adultos. Pienso
llevar mi música, sobre todo escuchar otras músicas y ritmos latinoamericanos,
a ver si así cambiamos un poco el ambiente tropipop
y regetonero.
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