Sunday, October 20, 2013

Cronica de viaje Daniela Samper

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Domingo, 13 de octubre de 2013

Llegué a Leticia hacia las 3h30 de la tarde, los domingos los horarios de los vuelos son más tarde. Nuevamente quedé asombrada al sobrevolar la selva como de horizonte a horizonte todo era verde, como ejercicio empecé a  buscar los indicios de ocupación y fue casi aterrizando que se empiezan a notar los claros en el bosque. Al bajarme del avión volví a sentir el aroma particular de la selva, un olor húmedo que me acuerda siempre a las hojas caídas en descomposición, a flores marchitas y a frutales ya muy maduros.  Al llegar me encaminé al hospedaje de la Universidad Nacional que queda en la misma carretera del aeropuerto, como a unos 15 minutos. Cargada con aproximadamente 25 kilos entre las dos maletas, el camino fue arduo y llegué empapada en sudor. Al llegar estaban celebrando una fiesta de cumpleaños, entonces había niños correteando, nadando en la piscina y música infantil que abarcaba todo el espacio. Amparito, la encargada del hospedaje, estaba esperándome y fue mucha la emoción, recién desempacada, de reconocer una cara amiga. Fue muy amable y estuvo pendiente de mí el tiempo que me quedé. Era la primera vez que viajaba sola a Leticia y me tenía nerviosa cualquier eventualidad. Me acomodé en la cabaña comunal y tan pronto me organicé, salí al centro de Leticia. Iba caminando por la carretera y paró una moto que me propuso el aventón hasta  el centro.

Apenas acabé con las vueltas, me fui directo a tomar un jugo de copoazu a la panadería del Parque Santander, que a esa hora recibe a todos los loritos para pasar la noche, que siempre regresan al mismo sitio, nunca a otro, para dormir. No había copoazu, entonces me decidí por araza, que es un jugo con un dejo carrasposo, pero de un sabor fuerte como la maracuyá. Me quedé un buen rato escuchando a los loritos que hacen tremendo alboroto, pareciera que estuvieran discutiendo por la mejor rama, en el mejor árbol, más que llegando a descansar después de todo un día volando en los parajes del río. Como era domingo, había mucha gente en el parque: niños por montones jugando, padres vigilantes sentados en los bancos charlando, carritos de helado y de fruta esperando atraer al próximo grupo de niños, mucha recocha y charlas pasajeras. La misa estaba en la mitad cuando llegué y después de un rato empezaron a salir por grupos de la iglesia. Pensé que hasta en el rincón más recóndito el domingo de misa no falta. Seguro debe ser que reúne a los familiares, una excusa para las abuelas para salir de casa y  a las comadres que se juntan para compartir los chismes de la semana y los últimos sucesos acaecidos. Además, el domingo siempre es el día para lucir las pintas más bonitas, toda una excusa para arreglarse y recibir coqueteos. Todas las niñas andan con un lindo vestido y algún peinado ideado por sus madres, las muchachas maquilladas y luciendo sus curvas y los hombres embadurnados de colonia y recién afeitados. Me encantan los domingos en los pueblos y pequeñas ciudades, son los días con más movimiento y llenos de alegría, siempre hay diversas actividades, casi siempre es el día de mercado, la ocasión para pasear con la familia –principalmente con los padres ausentes gran parte del día entre semana-, de hacer visitas, de permitirse el descanso y la recocha. Cualquier domingo es la ocasión ideal  para aprehender el espíritu de los lugares, de alguna manera es el día que se rompe con la cotidianidad del trabajo y deja ver las formas de divertirse y pasar el rato, dejando traslucir el ‘carácter’ propio del lugar.

Lunes, 14 de octubre de 2013
Me desperté antes de que sonara el despertador. Hice recocha un buen rato, obligándome a levantar hacia las 7h30. Desayuné, organicé mejor la empacada de las maletas, me bañé en la piscina y estaba lista en tiempo record. El moto carro llegó un poco tarde y estaba estresada por no alcanzar el rápido de las 10am. Al final, todo salió bien y estaba instalada en la lancha minutos antes de que arrancara.  Todo el trayecto desde el embarcadero hasta el río Amazonas es muy sucio, lleno de basuras y pensé que como primera imagen para un recién llegado no es exactamente de bienvenida al río más grande y bello de América del Sur. Cuando entramos al río Amazonas me quedé pensando en el viaje que  recién comenzaba, en todos los proyectos que iban a iniciar y en las amistades que iban a surgir de esta estadía, la primera temporada larga en campo. Llevaba varios meses preparando mi investigación de tesis, entregando avances y con mucho estrés por las obligaciones académicas. Fue en ese momento, de navegar el Amazonas y visualizar la vastedad de este gran río, que volví a reconciliarme con el lugar, que me acordé porque me enamoré de sus paisajes y después de todo porque escogí este paraíso para formarme como etnógrafa.
Toda investigación nace de la curiosidad, de la incertidumbre y de los indicios que se perciben en las cosas, las palabras, los lugares y del encuentro con personas excepcionales. Exige desafíos más allá del ejercicio intelectual, implica adaptarse a otros lugares que se mueven al ritmo de un cotidiano propio, moldeado por las exigencias del medio y esculpido en las vidas de sus habitantes. Vivir la selva es la tarea más difícil, una experiencia que sobrepasa su belleza exuberante que, como experiencia puramente ‘estética’, nos remite a los imaginarios que Occidente ha creado sobre este espacio, lleno de ecos, de espejismos, de sombras, siempre de ‘otros’ tan distantes, maestros de sus propias vidas, de la selva, de los secretos que oculta en su espesura (Diario de campo, junio 10 de 2013).
Esta investigación surge de la posibilidad de trabajar con mis tíos, Diego Samper y Marlene Escobar, en consonancia con su proyecto de volver a residir en la selva. Por tanto, de este proyecto de vida, que lleva cocinándose muchos años, nace Calanoa, una reserva natural privada, localizada a las orillas del río Amazonas, vecina del resguardo de Mocagua y del Parque Nacional Natural (PNN) Amacayacú, a 60 km de la ciudad de Leticia. Calanoa es un proyecto que propende por “la conservación biológica y cultural de la región amazónica mediante la integración del arte, el diseño, la arquitectura, la investigación científica, la comunicación, la educación comunitaria y el turismo sostenible” (Web Calanoa). La Fundación Calanoa surge en el 2012, a raíz de su trabajo continuo con las comunidades de la región. La trayectoria de la Fundación Calanoa ha marcado un precedente en la gestión cultural y en la propuesta de un modelo innovador de turismo comunitario. El principio esencial de conservar la diversidad biológica y cultural, de buscar la recuperación e innovación de las artes y los oficios y de concebir el acto creativo como corazón de todo proyecto; son los ejes de su filosofía de trabajo y las directrices de la fundación.
Precisamente, esta temporada de campo voy a acompañar el Proyecto comunitario de pintura de las viviendas en el resguardo de Mocagua, Amazonas. Me emociona mucho participar en este proyecto de trabajo colectivo. Por lo menos, en algún momento, las brochas pasarán por todas las manos. Es mi primer acercamiento a trabajar con la comunidad y la oportunidad única para conocer mejor a sus habitantes, ya que se va a entrar casa por casa para pintar la fachada. Hay mucha expectativa en el desarrollo del proyecto, me pregunto cómo se va a perfilar la participación de los habitantes, cómo se irán entusiasmando y, ante todo, me causa mucha curiosidad  la forma en que se va a plasmar la búsqueda propia de expresión artística. Incluso, es un proyecto ideal para revitalizar el oficio de la pintura, puesto que los ticunas son reconocidos en la región como pintores tradicionales de la corteza de yanchama.

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Me quedé dormida hasta Zaragosa, reconocí los parajes y estuve pendiente de la llegada a Calanoa. Afortunadamente, reconocí donde estábamos, porque el rápido ya se iba pasando. Al desembarcar, me recibió Melciades – que por alguna razón relaciono con Melquiades de Cien Años de Soledad, uno de mis personajes favoritos-. Me alegró mucho volver a verlo, es un hombre que se hace querer, es muy dulce y siempre con historias por contar. Ya andaba contándome como los micos frailes se habían comido todos los mangos de un árbol  y que un tigre estuvo rondando por acá. Tremenda noticia de llegada: un jaguar andaba por los parajes! Más que asustarme, desee encontrármelo, siempre he querido ver uno de lejos. Me fascina su mirada, su majestuosidad y elegancia, el rey de la selva tropical.
Dejé las maletas en la cabaña de mi tío Diego, mi hogar acá en la selva. Me sorprendí que ahora ya no iba a dormir en el primero piso, sino en el altillo. Ya estaba instalada Simone,  una joven canadiense, de madre colombiana, que había conocido previamente en Bogotá y que venía a participar en los proyectos de Calanoa. Es una chica dulce, conversadora y amante de la naturaleza, gran conocedora de pájaros.
Abracé a Beatriz que estaba en la cocina, preparando un almuerzo delicioso, siempre con su sabrosa sazón. Ella, siempre con su risa nerviosa, su particular forma de mostrar cariño con bromas y esos ojos que brillan y dicen más que las escasas palabras que logras sacarle. Después de almuerzo, llegó Diego León Vásquez, pintor tradicional de yanchama de la comunidad de Mocagua. Me puso feliz que me reconociera, no se acordaba de mi nombre pero sí de mi cara. Entusiasmada, le mostré los planos que había traído del pueblo y de la hidrografía de la región, todos calcados de los planos de otro mocaguense, Cristóbal Panduro. Diego es un buen aliado para armar talleres e iniciar proyectos. Después de contarle del proyecto del horno de cerámica, me comentaba que habían desenterrado una urna funeraria en una tinaja enorme y que estaba rodeada de pequeñas ollas de cerámica. Me decía también que era de los antiguos de la zona, los omaguas. Me emociona mucho esa información y me voy a poner a seguir las huellas de esa excavación.
Teníamos reunión con el curaca Gerardo Achique, pero tuvimos que esperar un buen rato antes de que llegara. Habían llegado dos chicas, creo que las encargadas de Familia en Acción, para la reunión. Mientras llegaba el curaca, les comentamos de los proyectos. Al principio me pareció que estaban muy distantes y hasta desinteresadas debido a sus gestos parcos, pero al final se despidieron con una sonrisa, lo cual me alivió mucho. Realicé que algo muy común en las mujeres de Mocagua es su silencio y discreción. Tuvimos una pequeña charla con el curaca para cuadrar una socialización de los proyectos. El curaca es un poco despistado, pero muestra siempre entusiasmo en apoyar los proyectos  de Calanoa y de ofrecer toda la ayuda logística necesaria.
Estuvimos revisando las cámaras para trabajar en el proyecto de fotografía, las enumeramos y  dejamos cargando las disimiles baterías. La idea es montar los grupos según las cámaras disponibles, con una metodología abierta y un registro constante de la actividad de la pintura y de retratos de su cotidianidad. El principio metodológico es dejarlos trabajar libremente después de pocas indicaciones técnicas y recomendaciones de uso  y cuidado de las cámaras. No recargarlos con información sobre composición, encuadre, exposición de la luz, etc.,  sino dejar que se exprese intuitivamente su mirada sobre sí mismos: el pueblo, sus habitantes, sus intereses.
Comimos lo mismo que el almuerzo, lo cual fue genial, ya que todo recalentado sabe más sabroso. Estuve enseñándole a Simone el tejido en macramé, que hace rato no practicaba  y me volvieron las ganas de volver a tejer. Al acostarme, caí profunda. Me levante par de veces porque la hamaca había quedado mal lindada, no fue una noche muy cómoda, pero aun así los ruidos de la selva supieron arrullarme hasta las 10am.

Miércoles, 16 de octubre de 2013
Anoche llovió como nunca, truenos a lo lejos, un ruido estruendoso acompañado de un gran aguacero, expresión de una autentica tormenta tropical. Fue tan fuerte que ni siquiera se oían los animales, los sonidos frecuentes de las noches, cantos para dormir.  Llovió toda la noche, ni un momento de descanso. Por momentos pensé que se iba a calmar, pero volvía  cada vez con más fuerza. Casi no concilio el sueño, me despertaban los centelleos de luz que entraban al cuarto, los rayos que se oían a lo lejos, la lluvia cayendo ininterrumpidamente. Es la segunda vez que presenció una tormenta tropical y la primera vez en el Amazonas. Fue muy emocionante sentir tanta energía y poder de la naturaleza, como si el mundo fuera ahogarse en un gran río.
Hoy llega el grupo de turistas de Polonia. Me causa curiosidad conocer un grupo de viajeros de Europa del Este, asocio mucho esa región con los gitanos, con los violines y con borracheras descomunales. María, Beatriz y doña María andan pa’ arriba y pa’ abajo alistando todo para su llegada. Con Simone nos pegamos un buen desayuno, teníamos la reunión hoy en el pueblo y teníamos que estar en forma. Estuvimos casi toda la mañana alistando las cámaras, mirando cómo funcionaba cada una y ajustando algunos comandos. Almorzamos unos deliciosos garbanzos – de todos los granos, mi preferido!-  con arroz y las últimas presas de pollo (es decir, lo que menos me gusta: ‘roer hueso’).  Hacia las 3pm salimos para la reunión en Mocagua. Al llegar todavía no había comenzado, así que fui con Simone al pozo. Es mi lugar preferido del pueblo, es realmente un paraje hermoso, siempre hay  victorias regias (y muy pronto por florecer), pájaros de todo tipo y con suerte se pueden ver pirarucus. Esta vez había un grupo de oropéndolas en un árbol cerca al pozo, acá se les llama localmente ‘mochileros’, puesto que los nidos son como mochilas.
Fue una reunión muy interesante. Era la primera vez que asistía a una reunión de todo el pueblo. Me pareció importante escuchar sobre proyectos alternos a los de Calanoa, que son los que conozco mejor, y enterarse de iniciativas como el manejo de basuras y un ‘festival de reciclaje’. La intervención de Leo, un mocaguense que trabaja en turismo, fue brillante; contaba sobre una capacitación que recibió con otros compañeros de gobernabilidad. Lo importante que es pensar sobre la gobernabilidad como soporte de la autonomía y el buen vivir, de los principios de solidaridad necesarios con la niñez y la vejez, la población más vulnerable socialmente, de integrar proyectos en relación a la vida que quieren y el futuro que se imaginan colectivamente. Incluso, Leo comentó de cierta inercia en la comunidad, alentó la participación proponiendo una mujer curaca, de pensarse la integración a los procesos políticos comunitarios de los jóvenes, los futuros líderes de la comunidad y los próximos a conformar el cabildo. Fue una intervención muy ilustrativa, un diagnostico ajustado a esa realidad que también existe, no todo idealizado a esa imagen de ‘comunidad’, de ‘nativos ecológicos’, entre otros. Me encantó escuchar que también se reconoce que hay cambios, pero que hay que direccionarlos hacia una buena vida en común.  Me gustaría conocer mejor a Leo, saber qué piensa de mi trabajo, si puedo contar con su apoyo, su experiencia en gestión turística y, lo más importantes, sus críticas y sugerencias.
Fue una reunión larga y al regresar a Calanoa ya era el atardecer. Comimos delicioso, bagre pintadillo con quesito encima, arroz y el famoso ‘patacón-cesta’ de Calanoa. Había jugo de piña y un delicioso manjar de Copiazu. Comimos con el motorista y el guía de los polacos y, al rato, llegó Jorge que iba a dar la guía nocturna. Entre muchos de los temas, el que más me cautivó fue la historia de Jorge de su encuentro con el jaguar en el río Mata-mata. Él cree que es un jaguar macho por el tamaño, “es un animalote”, dice Jorge.  Después de comer, nos colamos a la caminata nocturna de los polacos. Al principio no quería ir, pero Simone supo convencerme. Al final, estuvo bien que insistiera porque vimos de todo: muchos tipos de grillos, arañas y ranas; una tarántula de cola pelirroja en su cueva; micos –los que llevábamos par de días tratando de ver- en las copas de los árboles;  una culebra preciosa, delgadísima y de colores tierra; incluso, una manti religiosa muy graciosa, ya que peleaba con las lámparas que la alumbraban.  Fue una noche de historias, de oír búhos y ruidos de sapos que imitan a los pájaros, de sentir que se internaba bosque adentro, pero en el fondo se caminó una pequeña vuelta en círculo. Sin percibir cuándo, ya estábamos de regreso, como bajo el conjuro de una noche de cuentos, me fui a dormir contenta. Lo único era el ruido infernal de los sapos, pareciera que no iban a dejarnos dormir.

Jueves, 17 de octubre de 2013
Hoy empieza la pintada del pueblo, hay mucha expectativa y emoción rondando en el aire. Diego y Marlene llevan meses planeando este proyecto, iniciado en el 2012 por la misma comunidad, y me han contagiado de su entusiasmo y pasión. Desde que empecé a trabajar con ellos se ha hablado de este proyecto y me emociona mucho poder hacer parte.
Se va inaugurar el proyecto con la pintada del Centro de Salud, por un lado, como ejercicio de entrenamiento y, por el otro, para prever una metodología de trabajo. Diego espera que iniciando con este espacio público se exploren las técnicas del muralismo, además es la situación propicia para entender las propiedades de la pintura de exteriores que se va a utilizar y, principalmente, es el momento ideal para crear expectativa en la comunidad, puesto que de un fondo descolorido y manchado empezarán a brotar colores, formas y representaciones propias de su entorno. Los pintores quieren hacer un paisaje amazónico: el río, la selva de fondo, animales de monte y pájaros.
También esperamos comenzar con el taller de fotografía, pero todavía no sabemos cómo convocar a la gente ni los parámetros del taller.  Igual, esta incertidumbre no dura mucho. Al llegar a Mocagua aparecen de la nada una manada de niños y espontáneamente Diego los invita para que tomen el taller de fotografía. Sin nada previsto, niños revoloteando alrededor, puro alboroto y emoción, nos ponemos manos a la obra. Me pongo a organizar los grupos, mientras que Simone empieza a explicar al primer grupo cómo funcionan las cámaras. Cuando ya tenía a todos los niños presentes anotados para los siguientes talleres, decidimos salir a caminar con el primer grupo. El primer lugar que quieren ir es al 'pozo' como le dicen ellos a la laguna que parte en dos el pueblo, por un lado, las casas a la orilla del río y, por el otro,  la 'loma' pasando el puente del pozo. 


Sábado, 19 de octubre de 2013
Han pasado varios días que no me he sentado a escribir. No he tenido el tiempo entre el trajín de las mañanas pintando y las tardes de los talleres de fotografía con los niños. Los días van transcurriendo y se van pareciendo por la velocidad y el ritmo que va tomando el día a día. En las noches, se siente el dulce cansancio de estar todo el día rodeada de risas, alboroto y juegos. También, es el único momento del día que podemos sentarnos a revisar lo que tomaron los niños e ir seleccionando las mejores fotos. Siempre nos toma un buen rato y ya cuando acabamos el sueño pesa. Ya cuando estoy arrullada en la hamaca, no pasa mucho tiempo para caer profundamente dormida, casi que no me despiertan los ruidos nocturnos de la selva o el alboroto matutino de los pájaros. Además, el intenso calor de las mañanas y parte de la tarde es agotador, cada esfuerzo físico se vuelve monumental, especialmente, las caminatas a pleno sol recorriendo el pueblo con los niños.
***
Hoy me levanté con ánimo, ya va cogiendo su propio ritmo la vida acá en la selva.  Los talleres de fotografía van sobre ruedas, ya empezamos a coger cancha en la metodología de trabajo y el transcurso del taller mismo. Por ejemplo, hemos establecido que al comienzo de todo taller los niños se tomen un autorretrato o que solo al final se les muestra cómo usar el video, ya que hacían tomas de video a la deriva y sin mucho sentido. Hoy se pintan las primeras casas, es decir que empieza en forma el proyecto de pintura. Me emociona como nunca convertirme en una niña traviesa con las manos llenas de pintura y toda una pared por echar fondo.
Voy aprendiéndome los nombres de varios niños, en todo caso, ya reconozco muchas de sus caras. ¡Hermosos rostros, son niños verdaderamente bellos! Lo que más disfruto es la espontaneidad y cariño que nos manifiestan a Simone y a mí. Son niños muy amorosos, sonrientes, tranquilos y muy traviesos. Al conocerlos cada día mejor también voy aprehendiendo la personalidad del pueblo, de alguna manera, así como son los niños son sus padres.
Ha sido gratificante el taller con los niños, son inquietos, preguntones, con mucha energía y muy intuitivos. Hay una sensibilidad enorme por su entorno, una gran curiosidad por retratar mil cosas con las cámaras.  Aprenden rápidamente cómo usar la cámara y no dejan de retratar todo lo que ven pasar: gallinas, pollitos, perros, flores, frutos, a cualquier persona que esté por los parajes, a ellos mismos tomando fotos, al televisor, a sus familias, a las casas... A veces es difícil guiar al grupo, andan correteando y siempre hay otros niños curiosos que se unen a la marcha. He recorrido el pueblo muchas veces, las mil vueltas al pozo, a la loma y la escuela, pero siempre hay cosas nuevas por ver, principalmente las 'mascotas' salvajes de los niños: babillas bebés, los mil veces fotografiados borugos de la chiquitina de Mercy, Pedro, el pecarí, Rango, la tortuga.
Jueves, 24 de octubre de 2013

Han pasado 5 días desde que comenzamos los talleres de fotografía y hoy ya es el último taller. Cayendo la tarde vamos a proyectar una selección de las fotos en la sede de la comunidad. Logramos hacer una selección de aproximadamente 250 fotos, que fue muy difícil, ya que realmente dejábamos por fuera muchas que tienen su encanto. Hay niños muy buenos fotógrafos, sacan instintivamente encuadres muy propicios, una composición interesante, retratos que llegan a ser más auténticos precisamente porque no es un extraño tomando la foto. También, hay fotos que salen desenfocadas o con movimiento que son muy buenas y lo que nos ha sacado las mayores carcajadas han sido los autorretratos de los niños, que muchas veces son solo partes del rostro: un zoom a los ojos, a la nariz, a la boca, a la sonrisa reluciente...
Esta experiencia ha sido bellísima, me toca profundamente haber sido parte de este proceso, sentir tanto cariño y alegría, de compartir todas estas tardes con los niños y contagiarme de su mirada curiosa y fresca. Me he encariñado muchísimo con los niños y me encanta cuando vienen corriendo a saludarnos y abrazarnos cuando nos topamos con ellos.
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La proyección fue muy concurrida por los niños, estaban todos los que participaron en el taller. Había por lo menos 70 niños, la sede resonaba de risas y de conversaciones infantiles. Me conmovió mucho que cuando entramos a la sede los niños empezaron a aplaudir y decían: "un aplauso para Simone", "un aplauso para Daniela". A lo que yo riposté con "un aplauso para los niños". Fue realmente un momento muy especial y por poco se me escurren las lágrimas.
Desafortunadamente, no llegaron muchos adultos y la proyección transcurrió con las mil carcajadas de los niños, sus comentarios jocosos de algunas fotos, releyendo en voz alta los nombres de los autores de la foto que salían abajo de cada una y comentando entre ellos que había pasado en el momento que se tomo la foto: "yo estaba al lado cuando la tomo" o "yo tome también una foto así".
Mañana se empieza el taller de fotografía con los adultos. También ya vamos a estar de lleno en la pintada y podremos compartir más momentos con los adultos. Pienso llevar mi música, sobre todo escuchar otras músicas y ritmos latinoamericanos, a ver si así cambiamos un poco el ambiente tropipop y regetonero.


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